Cinco poemas malditos de Charles Baudelaire



Charles Baudelaire es considerado uno de los poetas más importantes en la historia de la literatura. Su influencia artística ha inspirado a diversas generaciones de escritores, y su crítica literaria sigue siendo relevante.


Nació el 9 de abril de 1821 en Francia. Su vida no fue sencilla, ya que tras la muerte de su padre, su madre se casó con un militar de alto rango en el gobierno. Esta situación llevó a que la educación de Baudelaire fuera muy estricta y conservadora. Sin embargo, su actitud rebelde le permitió desafiar las normas académicas y seguir sus propios deseos.


Con el tiempo, Baudelaire decidió estudiar leyes en París y comenzó a llevar una vida despreocupada, asistiendo a burdeles, cafés y tertulias literarias, donde conoció a figuras como Gérard de Nerval, Sainte-Beuve y Balzac. Su familia, preocupada por su estilo de vida, le ofreció un cargo diplomático, pero Baudelaire no aceptó, ya que prefería experimentar con drogas y disfrutar de una vida libre.


En lugar de convertirse en un diplomático, Baudelaire se dedicó a la crítica de arte y a la traducción de obras de Edgar Allan Poe.


Su obra más famosa es Las flores del mal, un libro que presenta una estética que exaltaba lo horrible, la desdicha, lo maldito y el consumo de drogas. Esta obra le valió la censura del gobierno, pero también le consolidó como un escritor influyente, inspirando a otros artistas, especialmente a los poetas malditos.


Por este motivo, te comparto cinco poemas malditos de Las flores del mal:


Remordimiento póstumo

Cuando en el fondo duermas, mi Bella Tenebrosa,

de una tumba de mármol negro construida;

y tan sólo tengas por lecho o guarida

una bóveda lluviosa y una profunda fosa.


Cuando oprima la losa tu carne trémula

y tus flancos doblados con encanto tendida,

el latir y el desear a tu pecho le impidan,

y a tus pies huir su carrera azarosa.


La Tumba, confidente de mi sueño infinito,

(porque la Tumba siempre comprenderá al Poeta)

en esas largas noches en las que el sueño está prohibido,


Te dirá: "¿De qué os sirve, indiscreta cortesana,

no haber conocido lo que los Muertos lloran?".

Y el gusano roerá tu carne,

como un Remordimiento.


El poseso

El sol se ha cubierto con un crespón. Como él,

¡Oh, Luna de mi vida! arrópate de sombra;

Duerme o fuma a tu agrado; permanece muda, sombría,

Y húndete íntegra en el abismo del Hastío;


¡Te amo así! Sin embargo, si hoy tú deseas,

Como un astro eclipsado que sale de la penumbra,

Pavonearte en los lugares que la Locura obstruye,

¡Está bien! Delicioso puñal, ¡surge de tu vaina!


¡Ilumina tu pupila a la llama de los candelabros!

¡Ilumina el deseo en las miradas de los rústicos!

Todo lo tuyo para mí es placer, morboso o petulante;


Sé lo que quieras, noche negra, roja aurora;

No hay una fibra en todo mi cuerpo palpitante

Que no exclame: ¡Oh mi querido Belcebú, te adoro!


De Profundis Clamavi

Imploro tu piedad, Tú, el único que yo amo,

Desde el fondo del abismo oscuro donde mi corazón ha caído.


Es un universo triste de horizonte plúmbeo,

Donde flotan en la noche el horror y la blasfemia;


Un sol sin calor se cierne por encima seis meses,

Y los otros seis la noche cubre la tierra;

Es un lugar más desnudo que la tierra polar;

—¡Ni bestias, ni arroyos, ni verdor, ni bosques!—


Pues bien, no hay horror en el mundo que supere

La fría crueldad de este sol de hielo

Y esta inmensa noche semejante al viejo Caos;


Envidio la suerte de los más viles animales

Que pueden sumergirse en un sueño estúpido,

¡A tal punto la madeja del tiempo lentamente se devana!


El espectro

Como los ángeles, con ojo furtivo,

Yo volveré a tu habitación,

Deslizándome sin hacer ruido

Entre las sombras de la noche;


Y te daré, mi morena,

Besos fríos como la luna

Y caricias de serpiente

Alrededor de una fosa rampante.


Cuando llegue la mañana lívida,

Encontrarás mi lugar vacío,

Donde hasta el crepúsculo parecerá frío.


Como otros para la ternura,

Sobre tu vida y sobre tu juventud,

Yo solo quiero reinar por el terror.


Qué dirás esta noche...

¿Qué dirás esta noche, pobre alma solitaria,

Qué dirás, corazón mío, corazón otrora marchito,

A la hermosísima, a la buenísima, a la carísima,

Cuya divina mirada de pronto te ha reflorecido?


—Emplearemos nuestro orgullo entonando sus loas,

Nada vale la dulzura de su autoridad;

Su carne espiritual tiene el perfume de los Ángeles,

Y su mirada nos reviste con un manto de claridad.


Que así sea la noche y en la soledad,

Que así sea en la calle y entre la multitud,

Su fantasma en el aire danza como una antorcha.


A veces él habla y dice: "Soy bella y ordeno

Que por el amor mío no améis más que lo Bello;

Yo soy el Ángel guardián, la Musa y la Madona".

Publicar un comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente